El Poder del Oasis: Centros Míticos de la Vida

5 lecciones vitales de El poder del oasis

Cómo los líderes ambientales y comunitarios pueden preservar los ecosistemas, el patrimonio cultural e inspirar el cambio mundial.

Los oasis —centros míticos de vida en el desierto— nos enseñan poderosas lecciones a todos nosotros.

Baja California Sur es el hogar de más del 90% de los oasis en México y las áreas socioecológicas han jugado un papel crucial en la conformación de la relación entre sus habitantes y su paisaje durante milenios.

¿Qué podemos aprender del poder del oasis, antes de que sea demasiado tarde?

La historia detrás de las hermosas guayabas de Chito

Las guayabas orgánicas de Chito este año son enormes.

Está particularmente orgulloso de la forma en que saben recogidas directamente del árbol en las dos hectáreas de tierra que tiende para su socio comercial, Luis Carlos, un mayorista que felizmente está invirtiendo para hacer realidad sus sueños cítricos compartidos.

“Prueba uno”, urge mientras nos sentamos al pie de uno de los árboles cargados de guayaba para hablar del mini oasis que está moldeando desde el desierto con su familia en la apropiadamente nombrada, Reforma Agraria (Reforma Agraria), a dos horas de la capital de Baja California Sur, La Paz.

Es fácil ver por qué está tan satisfecho con su cosecha.

Saben mejor que cualquier guayaba que haya probado antes. Jugoso y refrescante con la sensación satisfactoria de un sóftbol picante y reñido en la mano.

“¿Puedo contar mi historia ahora?” Chito ha estado con gusto por contar su historia desde que llegamos a su plantación de Nopales, el superalimento de cactus espinosos que cultiva en otra parcela a cinco minutos de su huerto de guayaba.

Es un relato edificante de transformación con un arco que se entrelaza con el del paisaje de Baja California Sur. Después de salir de México cuando era joven para probar suerte al norte de la frontera, está de vuelta en Baja y trabajando en tierras heredadas de su abuelo junto a su esposa y tres hijos. Nunca ha sido más feliz.

“Les digo a mis hijos, la verdad está aquí en esto Ejido, siento que estoy en la gloria de Dios. '¿Cómo está ese papá?' , 'Bueno, ya ves, estuve en Estados Unidos más de 20 años indocumentada. Tenía miedo de salir a la tienda, que me detuvieran, y me pidieran ver mis papeles. Tanto miedo. Aquí soy libre de ir a donde quiera, hacer lo que quiera, y además de eso estoy en mi tierra. Puedo comer del árbol y puedo invitarte a probar una guayaba'. Eso es lo que me trae alegría. Me siento bien. Agradecido por la vida. Me siento muy afortunado”.

Entonces una serpiente cochera negra de Baja California se desliza junto a un Chito desconcertado mientras toma otro bocado de la fruta no tan prohibida de su oasis orgánico.

La abuela mexicana con 120 nietos

En otro polvoriento lugar desértico, unas horas al sur en Colina, Celia Roldán se sienta debajo de otro árbol.

Es una de las pocas cosas que crece en esta porción de expansión urbana no planificada, que es su vecindario en rápida expansión.

Estos barrios de chabolas son conocidos coloquialmente como la 'sombra', o sombra —una extensión de improvisadas cabañas alejadas de los lujosos hoteles y palos de golf que abrazan la costa entre Cabo San Lucas y Cabo San José.

Las guayabas gigantescas pueden ser más difíciles de conseguir en estas partes pero no muy diferente de Chito, Celia está orgullosa de su progreso desde que cambió la Ciudad de México por el desierto en 2017.

El trabajo duro y la solidaridad con sus vecinos, la ha convertido en abuela sustituta a un centenario de niños dejados a valerse por sí mismos cuando sus madres necesitan trabajar. La cocina comunitaria al aire libre de Celia ahora alimenta a 120 niños a la semana.

“Empecé debajo de ese árbol con cinco hijos. Se corrió la voz y pronto fueron muchos. Tengo a mis nietos aquí, y quiero que tengan mejores oportunidades de las que hubieran tenido en una zona tan conflictiva como Iztapalapa, donde solíamos vivir”, dice.

Al igual que muchos de sus vecinos, Celia llegó a Cabo San Lucas, para satisfacer las necesidades de la migración anual de aves invernales que vuelan desde América del Norte cada año.

No estamos hablando de la variedad emplumada que hace el viaje de ida y vuelta anual de 4,000 millas, sino del tipo no emplumado, aquellos que aterrizan en sus jets privados para jugar golf y tomar el sol de noviembre a marzo.

De la misma manera que las aves del norte dependen de la extensa red de oasis de Baja California para reponerse y encontrar alimento en ruta a sus criaderos de verano, Celia ha creado el equivalente a esos refugios fértiles para compatriotas mexicanos que huyen de la violencia relacionada con las drogas que afecta gran parte del país.

“Mis hijos tal vez no tenían la paz que tienen mis nietos aquí, para salir a volar una cometa, con calma así que vine aquí buscando eso, llegué sin nada, durmiendo sobre cartón, como mucha gente que vive en estas zonas. Trabajamos muy duro para tener las cosas básicas, para tener una vida pacífica”, dice.

¿Qué es exactamente un oasis?

En el diccionario hay dos definiciones para un oasis — una podría haberse escrito para Chito y la otra para Celia.

El primero es una zona fértil o verde en una región árida (como un desierto), hecha así por la presencia de agua. El segundo es un término usado metafóricamente para describir un lugar o situación que proporciona alivio de la dificultad o estrés circundante.

Del primer tipo ecológico, se estima que en México existen 200 oasis de los cuales 187 están en la península de Baja California y 171 se encuentran en Baja California Sur.

A nivel mundial estos paisajes culturales dominan el 30% del cinturón terrestre árido que une África, Asia, América y la Península Ibérica, apoyando a 150 millones de personas así como a millones de otras especies. Así como su valor ecológico su impacto cultural ha sido obligar a sus habitantes y dependientes a desarrollar una organización social en torno a la gestión óptima de los recursos hídricos.

En Baja California Sur, han sido centros vitales cruciales durante milenios. Los habitantes originales de la península que se remontan a 11.000 años los utilizaron para apoyar su estilo de vida nómada.

Formado por pequeños grupos cazadores-recolectores —los Pericues, Cochimies y Guaycuras— entendieron claramente los límites de estas zonas. Para evitar la degradación optó por no asentarse en una existencia sedentaria cerca de ellos, prefiriendo en cambio moverse libremente entre los oasis, montañas, desiertos y costas gemelas como lo dictaban las estaciones.

Los esfuerzos de los conquistadores españoles por colonizar la península en 1535 fracasaron debido a que Hernán Cortés y sus compinches no lograron descubrir estos oasis. Después de abyecto fracaso para escuchar al paisaje o a sus mayordomos, el primer asentamiento español fue abortado en menos de un año.

Fue sólo cuando los jesuitas llegaron doscientos años después y tomaron nota de la sabiduría del lugar, fueron capaces de crear comunidades alrededor de los oasis. Fueron los mayordomos de la región, los Cochimies y Guaycura, los que primero los llevaron ahí.

Según los historiadores, Martha Micheline Cariño Olivera y Ana Luisa Castillo Maldonado fue durante este periodo de transferencia cultural entre los migrantes españoles y sus predecesores nómadas —en los oasis de la región— que dio origen a la particular perspectiva cultural, ecológica y socioeconómica de los habitantes de Baja California Sur.

” En los oasis se formó una nueva cultura e identidad regional, a la que hemos llamado oasismo”, escribe Cariño. “Integrado por el mestizaje cultural del conocimiento profundo del entorno peninsular de los pueblos originarios y la cultura universal del oasis. Esta cultura de la naturaleza se caracteriza por la autosuficiencia, la austeridad, y el uso variado e integral de la diversidad biótica”.

Apoyando una vasta red de comunicaciones en los desiertos, oasismo sirvió bien a generaciones de bajcalifornianos durante siglos.

Muchos de los jesuitas trajeron consigo un conocimiento íntimo de estas áreas socioecológicas de la cultura andaluza, que a su vez estaba impregnada de sabiduría milenaria del norte de África, Oriente Medio y Asia Central.

Así como nuevas plantas y especies ganaderas trajeron consigo técnicas de manejo del agua que fortalecieron estos centros de vida y permitieron que florecieran la agrosilvicultura y la ganadería agro-silvo-pastoral gracias al uso inteligente de recursos limitados.

“A partir de la experiencia acumulada de sistemas similares en África, pudieron establecer comunidades que no agotaron estos sistemas sino que los fortalecieron —aprovechando la experiencia de tales sistemas socioecológicos en África— introduciendo reglas en torno al riego y la agroecología que fortalecieron los sistemas”, escribe Cariño.

¿Por qué los oasis están en peligro de extinción?

Las presiones ecológicas que vinieron con el impulso hacia la modernidad en el siglo XX, por desgracia, fueron las responsables de una deriva dañina alejándose del oasis del siglo anterior.

Las reformas agrarias y un cambio en la producción de estar centrada en la oferta local a satisfacer la demanda de los centros urbanos peninsulares y del mercado exterior, llevaron al abuelo de Chito y a otros como él a Reforma Agraria en la década de 1930 y marcaron el comienzo de una era de imprudente expansión de la tierra para la agricultura.

La tierra agrícola creció de 5 mil hectáreas a 60 mil hectáreas entre 1940 y 1980, lo que llevó a la degradación y colapso de muchos de estos delicados ecosistemas.

La sobreexplotación de los acuíferos entre 1960-1990 pasó de 3 a más de 580 pozos sobreexplotados, con 78% de los pozos contaminados por intrusión salina.

Como escribe Cariño, “La mentalidad colectiva de la sociedad de los oasis afectados por la modernidad, abandonó lenta pero inexorablemente los principios de austeridad, autosuficiencia, y uso racional de los recursos”.

Más recientemente, los desgracias se han hecho demasiado visibles, agravados por un auge inmobiliario liderado por el turismo que ha ejercido una mayor presión sobre las reservas de agua. Las exportaciones agrícolas y el turismo sin control amenazan con destruir el delicado equilibrio de la vida en el desierto.

“El paisaje oasis de Baja California Sur representa un patrimonio biocultural único que está amenazado de extinción, una situación compartida con la mayoría de los oasis del mundo”, escribe Cariño.

¿Qué lecciones podemos aprender de Oasis y la relación histórica de los habitantes de Baja California Sur con su paisaje, ojalá antes de que sea demasiado tarde?

Algunos de los principios de Biomimicry 3.8 están firmemente asentados en estos centros socioecológicos de vida cultural. Las lecciones que se deben aprender incluyen:

  • La naturaleza premia la cooperación
  • La naturaleza exige experiencia local
  • La naturaleza retiene los excesos desde dentro
  • La naturaleza se apropia de la diversidad
  • La naturaleza aprovecha el poder de los límites

ASA: Conexión y Fortalecimiento de los Oases

Lo que nos trae de vuelta a Chito y Celia, nuestras dos inspiradoras campeonas de Baja California Sur, luchando a su manera por cultivar oasis muy diferentes ante enormes retos.

Conectando a estos dos valientes campeones está la Alianza para Seguridad Alimentaria de Baja California Sur, otro oasis en el sentido metafórico “ofreciendo un descanso, descanso, refugio de las penurias o reveses de la vida”.

A través de sus diferentes programas, ASA está tomando un enfoque sistémico para fortalecer el sistema alimentario conectando y fortaleciendo los oasis que ha descubierto en toda la región.

Ya sea agrupando el conocimiento de los agricultores orgánicos como Chito o conectando campeones comunitarios como Celia con supermercados locales para alimentar a sus 120 nietos en Colina, o trabajar con donantes transformacionales que invierten en esquemas de administración de tierras que preservarán los acuíferos de la región.

“Hay algo muy poderoso en volver a conectar con oasis-ness que caracterizó a los BajaCalifornianos del pasado”, dice el director de ASA, Luis Guarduño. “Creemos que a nivel ecológico como especie tenemos un papel regenerativo que desempeñar en nuestra interacción con nuestro entorno. Al escuchar el paisaje y volver a poner la vida en el centro, podemos, metafórica y literalmente hablando, crear oasis —lugares o situaciones diversos que proporcionen alimento y algún merecido descanso y refugio de las penurias o retrocesos de la vida”.

En el corazón de la celebración por parte de ASA de estos poderosos oasis está la creación de un sano diálogo entre las diversas comunidades que han migrado a la península en busca de un descanso del estrés de la vida en otros lugares. Dónde mejor hacer eso que en la mesa de la cena, transformando el sistema alimentario de la región, una comida a la vez.

“La comida une a la gente”, dice Celia. “A veces estoy aquí un viernes y creo que voy a estar solo, voy a cocinar esto y aquello y luego los niños me ven y pronto hemos reunido todas las mesas y todos estamos comiendo, platicando, y bromeando. Vienen las señoras a tomar café. Eso es lo que hace la comida, une a la gente, facilita la conversación”.

Es hora de platicar.

Únete a un equipo ganador

A medida que anunciamos las historias inspiradoras de Chito y Celia, hemos aprendido sobre resiliencia, belleza y los desafíos de la vida en los oasis de Baja California Sur.

Estas historias no son solo historias de triunfo individual, sino que son representativas de un esfuerzo mayor impulsado por la comunidad para preservar una forma de vida única y el medio ambiente que la sustenta.

Aquí es donde ASA juega un papel fundamental. ASA no es solo una organización; es un movimiento, un esfuerzo colectivo para proteger y revitalizar los oasis que son el alma de esta región. Al conectar a los agricultores locales, líderes comunitarios y simpatizantes de todo el mundo, ASA está creando un futuro saludable para Baja California Sur y sus habitantes.

¿Cómo puede ayudar?

  1. Conéctese con ASA: Conozca más sobre sus iniciativas y cómo están marcando la diferencia en la región.
  2. Difundir la Palabra: Comparte las historias de Chito, Celia, y otros como ellos. La conciencia es una herramienta poderosa.
  3. Donar o ser voluntario: Cada contribución, ya sea tiempo, recursos, amor o dinero ayuda.
  4. Conviértase en Asociado de Negocios: Si es una empresa u organización, considere asociarse con ASA para amplificar nuestros esfuerzos.

Juntos, podemos asegurar que los oasis de Baja California Sur sigan prosperando, no solo como maravillas ecológicas sino como comunidades vibrantes donde se preservan las tradiciones, y se abrazan nuevas prácticas regenerativas.

Contacta hoy mismo Alianza para la Seguridad Alimentaria de Baja California Sur y sé parte de esta misión vital.

Su participación podría marcar la diferencia en la preservación de estos preciosos oasis para las generaciones futuras.

Únete a un equipo ganador

Fomentamos la colaboración entre actores clave y agentes de cambio para posibilitar la transformación del sistema alimentario en Baja California Sur.

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